lunes, abril 29, 2024

Los museos buscan reducir su impacto ambiental

El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA) es el primero de la Argentina que implementa acciones para achicar su huella de carbono. Así, se alinea con una tendencia global en otros museos que incluye sistemas led de iluminación y mejoras en la gestión de residuos

Por Gabriel Túñez

El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA) se convirtió en el primero de la Argentina en comenzar a medir su huella de carbono para, de ese modo, conocer con mayor certeza el modo en el que su funcionamiento y el desarrollo de actividades generan Gases de Efecto Invernadero (GEI), que contribuyen al calentamiento global y aceleran el cambio climático.

Entre las medidas implementadas para reducir el impacto ambiental del MAMBA se instalaron sistemas de iluminación led, implementaron políticas de mejoras en la gestión de residuos y el uso del agua, el reciclaje de papel y cartón -en alianza con una cooperativa de recicladores urbanos- y la promoción del transporte público y bicicletas para los trabajadores del Museo.

Estas decisiones formaron parte de una tendencia mundial iniciada hace más de un lustro y que busca cuantificar el impacto ambiental que generan estos establecimientos culturales.

“Queríamos analizar cuál era el rol del museo como emisor de carbono. Buscamos trasmitir que es necesario un cambio ambiental en la sociedad y los museos queremos contribuir a ese mensaje”, declaró Marina von der Heyde, gerenta de Sustentabilidad del MAMBA, a la agencia de noticias Télam.

Los ODS en la agenda del museo

Junto a las medidas tomadas para reducir el impacto ambiental del museo también se llevan a cabo actividades de concientización destinadas a los visitantes, además de desarrollar una programación con actividades que fomentan el cuidado del medio ambiente y toman en cuenta los aspectos sociales, ambientales y económicos establecidos por los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030.

La medición de la huella dispuesta por las autoridades del MAMBA está en línea con el Plan Carbono Neutro 2050 de Naciones Unidas que agrupa a las principales ciudades del mundo, entre ellas, la de Buenos Aires. El relevamiento, que incluyó la evaluación de las emisiones de GEI generadas por las operaciones del museo, dio como resultado 372,53 toneladas durante 2022, un dato que fue certificado por la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad de Buenos Aires (APrA).

En el último tiempo los museos tomaron un rol más relevante como promotores de un cambio que contempla el concepto de sustentabilidad para reducir la generación de GEI, compuestos principalmente por dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, entre otros. Esos gases han producido en las últimas décadas severas modificaciones en el clima que causaron sequías prolongadas, un incremento de las precipitaciones, amentos de las temperaturas y eventos climáticos extremos.

El desafío de reducir el impacto

En 2019, el Consejo Internacional de Museos (ICOM), la organización consultiva que funciona en el ámbito de las Naciones Unidas (ONU) acordó, por medio de una resolución general, contribuir de manera constructiva a los debates sobre sostenibilidad y, para ello, creó el Grupo de Trabajo sobre el Desarrollo Sostenible (WGS).

Entre los principales puntos se destacó que todos los museos tienen un “papel que desempeñar en la conformación y creación de un futuro sostenible por medio de diversas programaciones, asociaciones y operaciones”, al igual que “apoyar de todas las formas posibles los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y utilizar la Agenda 2030”.

“Los museos no difieren de cualquier otra institución que habitualmente funciona en un edificio y donde circula gente: consume energía, genera residuos líquidos, sólidos y gaseosos, emplea materiales contaminantes contribuyendo a la contaminación ambiental más allá del edificio, consume agua y otros materiales y emite gases de efecto invernadero”, dijo a Intersección Verónica Odriozola, bióloga y consultora especializada en temas ambientales con formación en artes visuales y curaduría de arte.

Según Odriozola, los museos tienen “algunos aspectos específicos que generan impacto ambiental como el mantenimiento de colecciones de arte, que requieren condiciones de humedad y temperatura que necesitan de mayores cantidades de energía y provocan mayor emisión de gases”.

“Además, cuando se trasladan las muestras entre países y museos, a menudo también se despliegan acciones que pueden tener mayor impacto ambiental”, explicó.

Hacia nuevas narrativas

Para adoptar una política más general, que sea transversal a las metas ambientales, deben sumarse acciones -detalló la bióloga- en otras áreas del museo. Por ejemplo, el tipo y la duración de las muestras que se exhiben, los premios y becas que se promueven, las investigaciones que se llevan adelante, las actividades de educación que a menudo tienen en los museos y el rol que ellos pueden adoptar para empujar acciones y compromisos en cambio climático y demás temas ambientales en otros ámbitos de decisión.

Odriozola también destacó como “otro asunto importante” el financiamiento de los museos. “Mantenerse independiente de los financiadores que, además, son empresas contaminantes o responsables del cambio climático es un desafío, especialmente en el contexto de recursos escasos para el arte y la cultura”, precisó.

En relación a cuáles serán los desafíos que pueden enfrentar los museos en relación a la cuestión medioambiental y desarrollo sustentable, la especialista reflexionó: “Más que nunca en la historia de la humanidad hace falta cambiar los modos en lo que concebimos como desarrollo. Hacen falta nuevas narrativas que abran el camino a la innovación, a la manera en la que nos pensamos como humanos en el planeta, a la empatía con los que la pasan mal, a la resiliencia, tolerancia y esperanza.

Los museos y espacios culturales tienen la oportunidad de provocar conversaciones y promover juntos un camino hacia una sociedad más justa y sostenible. Creo que lo fascinante es la oportunidad (y responsabilidad) de llamar la atención sobre cómo algunas acciones generan daños e injusticias sobre otros e impactan el ambiente.

Para Odriozola, los museos “tienen la posibilidad con sus decisiones de promover y hospedar en sus exposiciones el pensamiento de quienes tienen mayor creatividad entre nosotros y pueden aportar su percepción, visión y perspectiva. Pueden provocar, interpelar y desafiar el status quo. Por medio de decisiones curatoriales, pueden exponer las conversaciones que debemos tener como sociedad cobijando a quienes en su trabajo creativo expongan situaciones, interpelen sistemas y maneras de abordar los problemas que nos han traído hasta la crisis ambiental actual

Antecedentes globales

A nivel internacional, el Museo Guggenheim de Bilbao, en España, fue el primero en medir su huella de carbono, incluidas las emisiones indirectas que genera. Pero otros museos tomaron distintas decisiones operativas para reducir el impacto ambiental de sus actividades y desarrollo.

El edificio del Museu do Amanhã, en Río de Janeiro, cuenta con paneles solares y un sistema de aire acondicionado que utiliza agua de la bahía de Guanabara, lo que le permite ahorrar unos 2.400 MWh al año.

El Museo de Ciencias de Londres, en tanto, utiliza una estrategia de reutilización de todo tipo de materiales usados en sus exposiciones temporales.

Por su parte, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, en Madrid, redujo sustancialmente el uso del plástico utilizado en sus tiendas y merchandising, al tiempo que promovió la utilización de materiales reciclados en sus productos.

“Hay muchas cosas que se pueden hacer para reducir el impacto ambiental de los museos. La primera debería ser la adopción de un marco general, una política  que sea el marco de todas las otras decisiones. A eso hay que sumarle metas concretas con relación al manejo de los residuos, la eficiencia energética y el consumo de energía, el uso del agua y las políticas de compras, entre otras”, mencionó Odriozola.

 Contacto:

Aquí, más información sobre el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires 

 

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