domingo, mayo 5, 2024

Mujeres y tareas de cuidado: el desafío de superar los estereotipos de género

En Argentina, ellas destinan más horas que los varones al cuidado de los familiares y al trabajo doméstico, incluso si tiene empleo fuera de casa. Un debate pendiente para alcanzar la equidad.

 Por Noelia Leiva  /   Ilustración: Jorge Oviedo @jorgeoviedoarte

En Argentina, las mujeres ocupan poco más de 6 horas por día en tareas de cuidado no remuneradas, como la limpieza del hogar, la preparación de alimentos y el cuidado de las infancias, adolescencias o personas mayores. Eso es, en promedio, el doble que los varones.

Esta demanda de tiempo deriva en las dificultades que encuentran las trabajadoras para desempeñar puestos de decisión, que demanden estar días fuera de casa o, incluso, que sea registrado. Las prácticas de cuidado están atadas a los roles de género y a la distribución de las oportunidades en el mundo laboral, por lo que equilibrar la balanza demanda tanto de un cambio cultural como de políticas que promuevan la equidad.

En el modelo de familia tradicional sobre la base de un vínculo heterosexual, históricamente fue la mujer la que ocupó el espacio de madre y ama de casa, mientras que el varón salía al mundo público para tomar decisiones y conseguir el sustento económico.

 

Aun con el avance de los feminismos, todavía se sostiene la disparidad: según el INDEC, un 55.5 por ciento de los varones tiene una ocupación por fuera del hogar, contra solo el 36.9 de las mujeres, mientras que si se trata del trabajo doméstico la representación femenina es de un 91,6 por ciento contra el 73,9 de la masculina.

“Esto es consecuencia de una división sexual del trabajo que se afianzó en los últimos dos siglos y que asignó de manera diferenciada ciertas prácticas y actitudes a lo femenino y a lo masculino.

De forma esquemática, la feminidad se construyó vinculada con el cuidado de personas, la crianza, el mantenimiento del hogar y la disposición de servicio hacia los otros, mientras que del lado de la masculinidad quedaron la provisión económica del hogar, el trabajo remunerado y la acción en el espacio público”, explicó Delfina Schenone Sienra, responsable del Área de Políticas del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA).

Género y trabajo

Cuando se piensa en quiénes deben cuidar a las infancias y adolescencias, la respuesta más frecuente es la familia como actor primario. En Argentina, solo el 19 por ciento de niñas y niños de 0 a 3 años acceden a un sistema de cuidados o educación, según los datos que tomaron ELA y Unicef de la Encuesta Nacional de Niñas, Niños y Adolescentes 2019-2020 cuando lanzaron la campaña Derecho al Cuidado para pedir la reforma integral del esquema de licencias parentales.

El resto de las chicas y los chicos depende efectivamente del núcleo familiar, sobre el que pesa otro dato que demuestra la inequidad: la mitad de los y las trabajadores del país no cuenta con licencias parentales por no encontrarse en relación de dependencia, como es el caso de los y las monotributistas, trabajadores autónomos o informales.

Según la Ley de Contratos de Trabajo, las masculinidades pueden acceder a dos días de corrido tras el nacimiento de su hija o hijo, mientras que todavía no hay aclaraciones en torno a otras identidades.

Cuando se trata de pedir días por enfermedad de una niña o niño a cargo, también es más frecuente que las mujeres sean las que deban faltar, lo que en ocasiones demanda consecuencias negativas en la valoración de su desempeño y la posibilidad de ascender a puestos de mayor responsabilidad.

Esto está íntimamente relacionado con que la normativa laboral pone el foco del cuidado solamente en los primeros meses de vida. Entonces, las prácticas de cuidado están íntimamente vinculadas con la dinámica del mundo del trabajo.

Aislamiento y tercerización

Hubo un momento en que la desigualdad quedó más sobre la mesa. Tras el período de aislamiento obligatorio por la pandemia de Covid 19, se suponía que las mujeres que retomaban su actividad laboral presencial “serían ‘reemplazadas’ en esas tareas, pero para ello era necesario tercerizar los cuidados mediante el trabajo doméstico remunerado u otro dispositivo. Cabe preguntar si fue posible para todas tercerizar de manera remunerada los cuidados, y la respuesta es no”, planteó María Florencia Correa Deza, del Laboratorio de Políticas Públicas para el Desarrollo Humano Equitativo de Universidad Nacional de Tucumán.

“Por lo tanto, lo que encontramos es que sólo pueden tercerizar de manera paga aquellas mujeres con mayor nivel educativo que, en principio, son las que poseen los recursos para hacerlo”, indicó, según se desprendió de la investigación Prácticas de cuidado, tareas domésticas y roles de género, que elaboró junto con las economistas Beatriz Álvarez y Agustina Zulli.

 

Políticas para la equidad

A principios de 2022, ELA y Unicef presentaron en el Congreso la Agenda Legislativa del Cuidado, bajo la premisa de que los trabajos cotidianos de cuidado son un sostén fundamental para la reproducción social y económica de la sociedad.

El material identificó diez problemáticas vinculadas con la temática y realizó diez propuestas que equipararon el acceso al cuidado con un derecho humano, tal como en 2023 solicitó el Estado nacional ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Los organismos plantearon la necesidad de consolidar un Sistema Nacional Integral de Cuidados que “permitiría generar nuevas políticas, mejorar las existentes y articular todas las prestaciones, servicios y políticas que aseguran la provisión del cuidado”, argumentó Schenone Sienra.

Ello demandaría una redistribución de las tareas para reducir su feminización pero también hacerlo entre los distintos actores que participan de la organización social de ese cuidado: las familias, las instituciones públicas, las organizaciones comunitarias y las organizaciones privadas”, resaltó.

Sería una acción articulada para involucrar a la comunidad en lo que es un derecho de todas las personas: “Hoy el cuidado se encuentra concentrado en las familias y, en especial, en las mujeres. El sistema debe colaborar para cambiar esa realidad”, añadió.

 

El valor de cuidar en red

Ampliar las oportunidades de cuidado para garantizar el derecho al desarrollo integral de las infancias y adolescencias también va de la mano de expandir la red de actores que puede ocuparse de generarlo. Las organizaciones barriales, redes de mujeres y otras identidades y los espacios de los feminismos son alternativas de contención en algunas zonas. También se impulsa desde la órbita estatal.

“La crianza comunitaria es el acompañamiento a embarazadas y familias que se desarrolla en espacios en los que participan activamente el Estado, las instituciones, las organizaciones y la sociedad”, definió Diana Olguín, directora de Promoción de la Crianza Familiar en Ámbitos Comunitarios de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia de la Nación.

A través del Programa Nacional Primeros Años, ponen en funcionamiento Zonas de Crianza Comunitaria para impulsar la labor que realizan los Centros de Integración Comunitaria, merenderos, jardines comunitarios y organizaciones de la sociedad civil. Estos espacios “dejan de concebir a la crianza como una tarea individual y promueven lugares para compartir experiencias, miedos y dudas para enriquecerse de otras miradas”, enfatizó.

 

Más información de interés

Agenda Legislativa del Cuidado

Unicef Argentina

Equipo Latinoamericano de Justicia y Género

Prácticas de cuidado, tareas domésticas y roles de géneros: relevamiento en Tucumán durante la pandemia Covid 19

Dónde están ubicadas las Zonas de Crianza Comunitaria

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