Por Noelia Leiva
En Argentina, la tasa de desocupación de mujeres ascendió a casi 8% según los datos más recientes del INDEC, mayor que la de varones. Cuando sí acceden al mercado laboral formal, la brecha salarial de género es de 27,6%, es decir que las trabajadoras ganan menos que los trabajadores por realizar las mismas tareas con las mismas competencias y habilidades.
Para contribuir a desarmar esta realidad y favorecer la inclusión sociolaboral de las mujeres, organizaciones sociales impulsan acciones transformadoras. Porque un mundo equitativo y en desarrollo es un mundo para todas y todos.
La edad como obstáculo
Existen varios motivos que funcionan, en una sociedad todavía patriarcal, como impedimentos para el acceso al empleo y el desarrollo de las mujeres en el universo del trabajo. Factores como el contexto de vulnerabilidad y las responsabilidades en las tareas de cuidado son parte de ellas, ya que, como relevó Ecomfenita, las mujeres realizan el 69% de las actividades domésticas, incluso cuando tienen un empleo o profesión fuera de sus casas.
Según datos de la Fundación Fuerza Mujeres, el 84% de las mujeres que tienen más de 40 años consideran que su edad es una barrera para la inserción laboral. “El trabajo es un ordenador natural de la vida. No solo brinda ingresos, sino también sentido de pertenencia, desarrollo y autonomía, tanto económica como emocional.
Para muchas mujeres +40 que estuvieron fuera del mercado laboral por años, recuperar un espacio de trabajo significa volver a sentirse parte de un proyecto, redescubrir su potencial y reconstruir su confianza”, explicó a Intersección Betiana Vélez, presidenta de la organización.
La ONG desarrolló el programa Acción por Retorno al Empleo (ARE), que consta de seis encuentros de 2 horas en las que comparten herramientas y experiencias para potenciar las trayectorias de las participantes.
Las mentorías se complementan con alianzas permanentes con el sector privado, como las que sostienen con EY, Link, Santander, UCA y UFLO, y otras por proyectos, como las que entablaron con Salesforce, MercadoPago, PWC, Gire, Konecta, Hilti, DATA Q, Michael Page, ICON y Thomson Reuters, entre otras. Además, tejen redes con otras organizaciones y con el sector público.
Una mujer que estuvo privada de su libertad, convive con más estigmas que los que porta por su identidad de género y, tal vez, la edad. Haber atravesado la experiencia de la cárcel es sinónimo de desconfianza para muchos empleadores, más aún si quien presenta el CV vive en un barrio popular o no cuenta con una amplia formación o experiencia laboral.
Frente a esa realidad, en Mendoza se conformó la cooperativa Suculentas, que reúne a mujeres liberadas que, organizadas, realizan actividades de limpieza de obra y parques.
Con el impulso de talleres a los que acceden por alianzas con la Red Creer, un colectivo de más de 160 organizaciones de todo el país que generan acciones para la formación e inclusión sociolaboral de personas que están o estuvieron en contextos de encierro, sus integrantes también participan de talleres de fortalecimiento de sus habilidades socioemocionales.
Forjar la confianza en sí mismas resulta ser clave para el desarrollo personal y laboral. “La cárcel es algo que siempre se lleva. Por eso, insistimos en el autoconocimiento como una herramienta para reconstruirse y salir adelante”, consideró Lola Troncoso, presidenta de la cooperativa.
Un paso más que da la cooperativa es proponer “alternativas productivas a la matriz de capacitación más allá de los oficios tradicionales para las mujeres”. Se encontraron frecuentemente con que las ofertas técnicas de formación tenían que ver con corte y confección, un oficio fuertemente feminizado. Si bien toda salida laboral es válida, ellas proponen caminos diferentes, como ocupase de recuperar los espacios cuando una construcción de una casa o edificio se completa.
La economía social es un medio al que acceden muchas mujeres para construir oportunidades de inclusión laboral y cruzar las barreras. De esa experiencia también saben las mujeres que cruzaron las fronteras de sus países movidas por el exilio económico, social o político. “Al hablar de migrantes emprendedoras, tenemos que la migración, por sí sola, supone barreras culturales, económicas y sociales que agravan la vulnerabilidad de las mujeres a la hora de migrar”, explicó Peggy Rivas, una de las mentoras del programa “Hola América” de Ashoka Con Sur, que reúne a Argentina, Uruguay y Paraguay, y directora general de la Asociación Mujeres Emprendedoras.
Desde las organizaciones que compone se ofrecen armar redes para impulsar a las mujeres migrantes a partir de sus saberes y de los aportes de la lucha y la diversidad cultural, para llegar a conformar emprendimientos, la mayoría de las veces con pares. “Cuando una mujer migrante emprende, no solo transforma su propia vida, sino que también transforma su entorno”, planteó.
Los saberes que empoderan
En la región norte del país, la Fundación Gran Chaco trabaja con más de 2.600 mujeres indígenas y campesinas para impulsar su autonomía económica. Silvina Sampestú, directora ejecutiva de la organización, explica cómo el acceso al trabajo transforma vidas:
“Cuando una mujer genera sus propios ingresos, mejora su calidad de vida y la de sus hijos. En nuestra experiencia, el empoderamiento económico permite que las mujeres accedan a otros derechos, como educación y salud”, explicó.
Uno de los logros de la Fundación fue la creación de la cooperativa COMAR, que reúne a 40 organizaciones de mujeres artesanas y les permite comercializar sus productos en mejores condiciones. “Trabajamos con una metodología de ‘cruce’, que combina conocimientos locales con innovaciones externas. Así logramos sistematizar más de 40 recetas de tintes naturales y desarrollar tecnologías que permiten producirlos a gran escala con el apoyo del INTI”, explicó.
Construir un mundo más equitativo requiere el compromiso de todos los sectores. Las iniciativas de inclusión laboral para mujeres no solo generan oportunidades individuales, sino que también fortalecen comunidades enteras y promueven un desarrollo sostenible. Romper barreras es un desafío colectivo, y cada paso cuenta en el camino hacia una sociedad con más justicia e igualdad.
Más información
- Fuerza Mujeres
- Cooperativa Suculentas
- Fundación Gran Chaco
- Cooperativa COMA
- Hola América
- Ashoka Cono Sur
- Red Creer