Por Diego Giulisasti, Coordinador Ejecutivo del proyecto Sociedad Civil en Red y Director del Observatorio de Responsabilidad Social de la UCSF
El reciente Congreso Nacional de Organizaciones Sociales fue mucho más que un encuentro: fue una muestra palpable de que la sociedad civil argentina conserva intacta su capacidad de organizarse, debatir y construir futuro colectivo. En tiempos de fragmentación y desconfianza, reunir a cientos de referentes de todo el país significó un acto de esperanza y, sobre todo, una demostración de fuerza.
En un país donde más de 120.000 organizaciones sociales trabajan cotidianamente junto a millones de personas en situación de vulnerabilidad —y donde el sector genera más del 10 % del empleo privado y aporta cerca del 3,5 % del PBI nacional—, el Congreso fue una oportunidad única para fortalecer redes, impulsar iniciativas conjuntas y promover una incidencia real en políticas públicas
Los debates que recorrieron los ejes de educación, juventudes, salud, sostenibilidad ambiental, soberanía alimentaria y derechos humanos reflejaron no solo la diversidad del sector sino su madurez: la convicción de que las transformaciones estructurales no llegarán desde la fragmentación sino desde la cooperación y la construcción de confianza.
Construir la trama
En los últimos años, Sociedad Civil en Red, proyecto co-financiado por la Unión Europea, acompañó la creación de mesas de trabajo en nueve provincias y la presentación de más de veinte propuestas concretas de política pública.
Detrás de cada logro hay una trama de vínculos, aprendizajes y compromisos que consolidan un verdadero capital social y la demostración de que la articulación con diferentes sectores (Gobiernos, empresas) es posible cuando se alienan objetivos.
El contexto actual, sin embargo, es desafiante. Según un relevamiento reciente, el 77 % de las organizaciones cuenta con ingresos anuales inferiores a 54 millones de pesos, lo que genera fuertes limitaciones para su sostenibilidad. A su vez, más de la mitad opera con equipos reducidos de entre seis y veinte personas, y casi la mitad depende exclusivamente del voluntariado.
Estos datos reafirman lo que el Diagnóstico Nacional 2023 ya advertía: la sostenibilidad económica y la falta de reconocimiento institucional son los principales riesgos del sector.
El 70 % de las organizaciones trabaja en red, pero el 75 % aún siente que los gobiernos provinciales no les otorgan un lugar relevante en la toma de decisiones públicas.
Para revertirlo, no alcanza con reclamar espacio: hay que construirlo. La incidencia efectiva requiere alianzas estables, transparencia, formación técnica y capacidad de interlocución. También exige un marco legal y fiscal moderno, que deje de penalizar la gestión social con trabas administrativas y reconozca la especificidad del trabajo sociocomunitario, tal como plantean las propuestas de creación de un Estatuto del Trabajador/a Sociocomunitario/a y un Registro Único Nacional de OSC.
La cooperación como método
El Congreso demostró que existen bases sólidas para ese salto cualitativo. Las experiencias compartidas desde Sociedad Civil en Red —desde el laboratorio público-privado de Maipú, Mendoza, hasta la Mesa Patagónica de OSC— evidencian que cuando la cooperación se vuelve método y no excepción, las organizaciones pueden influir en agendas de gobierno, transformar políticas y escalar buenas prácticas.
De cara al futuro inmediato, el desafío es sostener la articulación lograda y proyectarla hacia un diálogo político permanente.
Las redes federales de OSC ofrecen un modelo posible: integran diversidad territorial, promueven aprendizaje colectivo y colocan en la esfera pública temas que afectan directamente a la vida de las comunidades.
En un escenario socioeconómico incierto, con crecientes demandas sociales y recursos limitados, el protagonismo del sector social no es una opción: es una necesidad democrática. Fortalecerlo implica apostar a la cooperación, al conocimiento compartido y a la confianza en la capacidad ciudadana de transformar la realidad.
Porque, como destacaba el Premio Novel de Economía Amartya Sen, la libertad no se conquista solo con recursos, sino con capacidades. Y hoy, construir esas capacidades colectivas es el modo más lúcido de defender la democracia y recuperar el sentido profundo del bien común.