Por Fátima Cheade
El río Pilcomayo cuenta con un sistema de monitoreo y alerta temprana que permite a los pobladores de las tierras cuyo cauce baña, prepararse para las grandes crecidas que ocurren en los meses de verano, y poner a salvo sus hogares y animales.
El sistema no tiene una característica clave que lo diferencia de otros: es participativo: es decir, los pobladores de esas amplias extensiones de tierra sobre los márgenes del río que recorren Argentina, Paraguay y Bolivia, son parte fundamental de este sistema al que aportan su conocimiento. Así ocurre algo único: mito y ciencia se unen.
Un mito vigente
Hay un viejo mito tanto de los wichis como de los tobas, ambos pobladores del lugar, que cuenta que el héroe mítico -Tokjwaj (wichi) y UayaGaqaláchigui (toba)- no respetó una serie de tabués y eso provocó el derrame estrepitoso de aguas que estaban guardadas en un gran tonel. Como castigo, Tokjwaj debió ir marcando el paso de las aguas del Pilcomayo con palitos.
Esos mismos palitos continúan colocándose en el lecho del río Pilcomayo para guiarlo, mientras se escucha decir a los pobladores que “el río ya no quiere ir por ese lado y por eso se va por allá”. La mitad de la provincia de Formosa se baña con aguas del Pilcomayo y todo ese territorio es territorio ganadero, lo mismo ocurre con el bajo Chaco, en Paraguay, donde impacta en forma directa la creciente del Pilcomayo.
La realidad es que con su método ancestral, los pobladores logran controlar los desbordes del río y la ciencia se encargó de encontrar la explicación: “Al poner muchos palos juntos al costado le controlaban el desplazamiento al río, pero por otro lado los palitos producían pequeños agujeros en la tierra donde el agua se iba metiendo, socavando y transformando en un pequeño cauce”. Así lo explica Luis María De la Cruz, encargado del sistema de alerta temprano de la cuenca del río Pilcomayo, quien destaca que sea “participativo” y “colaborativo”: se tienen en cuenta las imágenes satelitales y también lo que observan y reportan los vecinos.
“Es un sistema de comunicación de datos que en un principio también fue pedagógico, porque la comunidad tuvo que aprender a entender el significado de los datos técnicos y a saber informar lo que observan. Construye un lenguaje común a la ciencia y a la comunidad”, subraya De la Cruz que, además de tener un rol técnico, tiene la función de moderación e interpretación de los datos.
¿Cómo funciona el sistema?
El río Pilcomayo recorre más de 1.000 kilómetros y tiene alta variabilidad en el desarrollo de sus cauces porque depende de las lluvias en la cuenca alta. Esto significa que al llover en pocas horas sube el nivel del río y se producen inundaciones aguas abajo.
En los meses de mayor riesgo de crecidas se mide “el nivel que alcanza el río aguas arriba a través de las estaciones hidrométricas como la de Villa Montes (Bolivia) y comparar con la información que aportan los pobladores aguas abajo (Salta y Formosa). Esto permite proyectar el nivel al que llegará el caudal del río durante las crecidas”, explica De la Cruz.
Según cuenta el coordinador del sistema, en época de crecidas el monitoreo es permanente: “Cuando vemos niveles que superan el promedio, alertamos a la población de la cuenca baja por posibles eventos significativos en el caudal”.Así, con los mecanismos que aporta la ciencia y el conocimiento local, es posible evaluar el impacto territorial de los desbordes del río y también prever las futuras crecidas.
En la actualidad, el sistema beneficia a unas 80.000 personas y protege a medio millón de cabezas de ganado en las Cuencas del Pilcomayo y Bermejo, además de colmenas y otros medios de vida.
El valor de las redes
Si bien toda esta información se transmite por whatsapp, también por Telegram, más usada por funcionarios y grandes ganaderos que por pobladores. Los momentos de mayor cantidad de avisos es durante la época de precipitaciones y de helada. El sistema de alertas avisa, pero los organismos de asistencia crítica son los que reaccionan.
Para asegurarse que los alertas lleguen a todos los pobladores, el sistema articula con diferentes ONG de Paraguay, Bolivia y Argentina. Además de intercambiar información, reciben también los avisos de alerta ante las crecidas del Pilcomayo.
Toda la información se transmite en tiempo real a través del whatsapp en un lenguaje accesible para toda la comunidad. Unos 15 años atrás esto no era así. La población tenía desconfianza en las redes sociales.
De hecho, en el 2012, una crecida extraordinaria del río Pilcomayo terminó en un desastre hidrológico en Paraguay, donde murieron muchísimos animales y se registraron pérdidas materiales importantes. En las crecientes posteriores las autoridades municipales actuaron rápidamente en forma preventiva tanto en Salta como en Formosa. Como consecuencia, el impacto no fue significativo.
En verano entre 1.000 y 1.200 pobladores son parte de los grupos de whatsapp. Allí comienza esta dinámica de alertas que luego se cuadruplica con reenvíos a otros pobladores que no son parte del grupo.
Antes se avisaba por mail a quienes utilizaban esta herramienta, a las radios de los pueblos, a operadores y locutores, y también cara a cara recorriendo los poblados.
En la creciente de este año, pobladores de comunidades se valieron del sistema de alertas para avisar que estaban a los funcionarios del gobierno que estaban a cargo de la asistencia crítica y ellos organizaron el envío de alimentos.
Cambio climático
“En los últimos años las crecientes del río Pilcomayo son más violentas y repentinas. Se están dando eventos climáticos extremos. Mientras que antes en diciembre podían caer 100 milímetros de agua por día, hoy pueden caer 300”, evalúa De la Cruz. Y agrega que las crecientes que en otra época sucedían en cierta época del año, “actualmente puede llegar en cualquier momento del verano y con mayor intensidad”.
“Por esto es tan importante el sistema de alerta temprana, porque ante lo intempestivo de la llegada de las crecientes, la población puede prepararse y tomar medidas mitigatorias.
No es lo mismo perder 100 animales que dos, ni perder una casa o un vehículo que armar un muro precario en torno a la casa, como contención para el agua”, destaca.
Ellas, las protagonistas
Las mujeres son las protagonistas de muchas de las acciones del sistema de alertas. Y las principales defensoras de su sistema de producción, especialmente las mujeres criollas y las indígenas.
Mientras las originarias se dedican a la producción de tejidos en mayor medida, las criollas se dedican de lleno al ganado. En algunos lugares, especialmente en la zona del bañado de Paraguay, son fundamentalmente las mujeres “quienes reciben los mensajes, las que hacen los comentarios, las que avisan como está la situación en sus lugares para que las mujeres de agua abajo sepan cómo está evolucionando el bañado”.
“En la medida en que se fueron incorporando mujeres en los sistemas productivos, ellas se convirtieron en protagonistas y muchas veces son las que movilizan a sus maridos para que se tomen medidas ante las crecidas.
En algunos casos las mujeres viven en zonas que no se inundan por sus hijos y por el acceso de ellos a la escuela. Si no tienen conectividad, mandan a los hijos mayores a caballo o en bicicleta para avisarles sobre la situación”, cuenta De la Cruz.
El impacto de la colaboración
El río Pilcomayo tiene como característica el cambiar permanentemente de lugar. Y los avisos de alerta y las observaciones participativas permiten, por ejemplo, identificar zonas que eventualmente no se bañarían en los próximos 20 a 40 años por lo que son de refugio o de mayor inversión para reubicación.
Esta experiencia, cuenta De la Cruz, se hizo en 2025 en Salta, de manera organizada y en Formosa de manera más espontánea a través de la propia capacidad de relocalizarse que tienen las distintas poblaciones.
Otra situación que está ocurriendo en la zona que atraviesa el río Pilcomayo y que también tienen incidencia en el cambio climático, son las obras que realizan los gobiernos, ya sea para el control de grandes inundaciones o para la retención de agua destinada a épocas de sequías.
El poder de las alianzas
Para poner este sistema de monitoreo y alerta temprana en marcha, se articularon distintas alianzas. La principal de ellas es con las poblaciones locales que forman parte del sistema de monitoreo permanente de las cuencas.
Participan poblaciones locales ribereñas (indígenas y criollas), Fundación para la Gestión e Investigación Regional (FUNGIR), organismos oficiales que actúan sobre las cuencas -Dirección Ejecutiva de la Comisión Trinacional de la Cuenca del Río Pilcomayo, Comisión Regional del Río Bermejo (COREBE-Argentina), Comisión Nacional del Rio Pilcomayo (Paraguay), Oficina Técnica Nacional Pilcomayo y Bermejo (OTNPB-Bolivia)-, organismos oficiales que disponen datos meteorológicos -Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (SENAMHI-Bolivia), Dirección de Meteorología e Hidrología (DINAC-DMH-Paraguay), Servicio Meteorológico (SMN-Argentina) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA-Argentina).
Este sistema es parte también de Chaco ProAdapt, una iniciativa trinacional, multi-stakeholder, abierta y colaborativa para contribuir en la capacidad adaptativa de los grupos sociales más vulnerables del Gran Chaco Americano y a una mayor resiliencia de sus producciones frente a impactos derivados del cambio climático.
La iniciativa surgió en el 2015, en el marco de una alianza entre Fundación AVINA, ACDI (Asociación Cultural para el Desarrollo Integral), Fundación Gran Chaco, Fundación Nativa y Sombra de Árbol en colaboración con BID (Banco Interamericano de Desarrollo) LAB y el Fondo Nórdico para el Desarrollo