En los procesos de cultivo de alimentos, la preservación de los suelos es un factor clave. Frente a las consecuencias negativas que trae aparejado el cambio climático y la progresiva degradación de vastas superficies que eran fértiles, se impone la necesidad de incorporar mecanismos que además de producir garanticen la preservación de las áreas de cultivo.
La agricultura regenerativa se instaló como una prioridad. ¿En qué consiste esta práctica? En mantener el suelo vivo y con actividad biológica; hacer un uso eficiente del agua reduciendo el desperdicio; recuperar la biodiversidad de los ecosistemas con polinizadores, controladores biológicos, aves, mamíferos y especies nativas; reducir la huella de carbono en las producciones y capacitar a los agricultores hacia una producción sostenible, entre otras acciones.
De sustentable a regenerativa
Como parte de esta tendencia, Knorr, la firma de alimentos Unilever, implementa en la provincia de Mendoza un proceso de producción donde se cultivan, cosechan y deshidratan los vegetales que utilizan en la elaboración de sus productos.
En línea con la consigna de evolucionar de la agricultura sustentable hacia la regenerativa, allí están empleando prácticas que generan impactos positivos en la salud del suelo, la biodiversidad, la calidad del agua, la resiliencia climática y la rentabilidad agrícola.
La compañía articula con el INTA -Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria- para acercar herramientas, ciencia y tecnología y dar soporte técnico a las fincas que son proveedoras de las materias primas, generando soluciones que se adecúen a cada caso.
“Hace más de 30 años que trabajamos en alianza con Unilever. Las variedades que se usan en la planta no son las mismas que se ven en las verdulerías, son variedades de hortalizas desarrolladas para el deshidratado”, explica Claudio Galmarini, especialista en mejoramiento genético de hortalizas del INTA, al concluir una recorrida por la planta de la que participó Intersección.
Al referirse a las prácticas regenerativas, el especialista subrayó que apuestan a esa modalidad como
“una forma de producir respetando las maneras que tiene la naturaleza de regenerarse a sí misma. Respetar las condiciones ambientales en las que se produce, preservar la fertilidad, la biodiversidad del suelo y conservar el agua, principal problema de nuestra región”, afirmó Galmarini.
En el caso de la finca Los Almendros, ubicada en Maipú, una de las que proveen tomate, espinaca, zapallo y ajos a la planta de deshidratación, su propietario José Gamez explicó que allí implementan rotación de cultivos para mantener la buena salud del suelo.
Una planta modelo
La planta está ubicada en la localidad mendocina de Guaymallén. Es la única deshidratadora de Unilever en el mundo y la más grande de Argentina. Cuenta con tres líneas de producción y recibe anualmente 15.000 toneladas de vegetales crudos, que se convierten en 3.200 toneladas de verduras deshidratadas. Y genera trabajo para 400 familias de la zona.
Hasta allí llega el producto de la cosecha de 10 fincas ubicadas en las provincias de Mendoza, San Juan y Córdoba, donde se cultivan zanahoria, zapallo, espinaca, albahaca, repollo, puerro, tomate, ajo, papas, pimiento rojo, cebolla y batatas.
“Trabajamos con dos pilares fundamentales: sumar más variedad de vegetales a las comidas y, por otro lado, cómo cuidamos esos ingredientes desde el origen hasta la mesa. Nuestros vegetales deshidratados no tienen aditivos, sal ni conservantes”, explica Ana Hernández Hermida, Brand Manager de Knorr Argentina.
Uso eficiente de los recursos
Desde Unilever enumeraron otras prácticas que llevan adelante como parte de esta estrategia. “Junto al INTA, capacitamos a los agricultores que cultivan nuestras hortalizas y que son procesadas en la planta. Implementamos diferentes prácticas: el riego por goteo, que nos permite ahorrar +30% de agua en la producción; la aplicación de mulching para proteger el suelo de la erosión y la eficientización de rutas de distribución que permite ahorrar 15 toneladas de CO2 por mes solo en este aspecto”, agregó María Bulla, Gerente de Responsabilidad Corporativa e Impacto Social Unilever Argentina.
A través de esta estrategia regenerativa, la compañía apuesta a producir cultivos con calidad nutricional optimizando el uso de recursos renovables y minimizando el uso de los no renovables.
Desarrollo comunitario
Desde la compañía, también se promueve una política de residuos y uso de energía sustentable donde gran parte de los productos son despachados sin pasar por el centro de distribución. De esta forma, en el proceso se reduce el uso de 19 camiones mensuales, generando un ahorro en emisiones equivalente a 15 toneladas de CO2.
El círculo de las acciones de responsabilidad comunitaria que lleva adelante la empresa se completa con otros programas. Entre ellos, los entrenamientos a cocineras de comedores comunitarios para optimizar la calidad nutricional de las comidas y evitar el desperdicio y la capacitación gratuita a Pymes y emprendedores a través de la iniciativa Unipyme.
A esto se suman otras acciones de asistencia directa “como los aportes al Banco de Alimentos –del que Unilever es uno de los principales donantes- y la contribución a comedores comunitarios de organizaciones de base de Mendoza; además del padrinazgo de la Fundación Si. Ponemos la atención en promover el desarrollo e las comunidades locales”, afirmó María Bulla en diálogo con Intersección.