Por Nicolás Clinaz
Cuando Michel Foulcault analizó al sistema carcelario y las múltiples relaciones de poder que lo engendran, seguramente no se imaginó que el encierro aniquilaría, para las personas privadas de su libertad, también su futuro. Menos aún, reflexionó acerca del principal obstáculo que se les presenta: el del estigma, el de la etiqueta. El enigma es: ¿Cómo agujerear los muros de las cárceles y darles, aunque sea, una oportunidad? Otra vez, las falencias del sistema quedaron al descubierto, pero esta vez gestaron una inyección de esperanza ante tanto desconcierto: la Red Creer.
“Nadie quiere volver a un penal, pero su situación es tan vulnerable que muchas veces vuelven a ese contexto de encierro. Por eso, para nosotros es muy valioso que aunque sea una persona pueda conseguir un trabajo, sobre todo porque el proceso es muy largo”, cuenta María Florencia Sequeira, Coordinadora General de la Red Creer.
La Red es un espacio colaborativo y multisectorial que apunta a la inclusión socioeconómica de las personas privadas de su libertad y liberados. Las más de cien organizaciones de los sectores público, privado y social que la conforman están de acuerdo en algo: el desafío es responder a los problemas estructurales que sufren los que alguna vez pisaron una celda y tejer una red de sostén colectivo para que no vuelvan a caer en la trampa.
Siguiendo esta lógica del “nadie se salva solo”, Sequeira explica que “cada sector que forma parte de la Red tiene un papel fundamental. Las empresas se suman para generar inserciones laborales, capacitaciones y recursos; el sector social y las ONG hacen un fuerte trabajo de campo y de acompañamiento integral; y el Estado sigue su agenda cotidiana, pero nos da acceso a las unidades y permite que trabajemos en conjunto”.

La Ruta de la inclusión
Lo cierto es que para alcanzar este desafío, elaboraron un plan estratégico que hace las veces de receta comunitaria: la Ruta de la inclusión. “Es una guía para la acción colectiva que busca acompañar y brindar herramientas durante el encierro, pero también apunta a que esta población consiga un trabajo o genere su propio emprendimiento al recuperar la libertad. Además, intenta generar un cambio de paradigma que rompa con la estigmatización social”, señala la Coordinadora General de la Red.
Lejos del resultadismo inmediato imperante de estos días, la lógica de la organización se aparta de los cánones habituales y escoge el largo plazo: trabajos formales, emprendimientos asociativos, o individuales sostenibles. En ese sentido, en 2020 el proyecto fue seleccionado entre 370 iniciativas por la Unión Europea, en el marco del Programa Temático de Organizaciones de la Sociedad Civil, que otorga financiamiento a proyectos en la región. “El programa dura tres años y los fondos los destinamos a espacios formativos, a promover la visibilización de la problemática en las cárceles y al Fondo Semilla”, explica Sequeira.
Ayudar a emprender
Este año, la convocatoria será coordinada por la Asociación Civil Avanzar, Asociación Civil Sumatoria y Potenciar y podrán presentarse proyectos hasta el 25 de septiembre a través del siguiente link. El apoyo económico será de hasta $150.000 para emprendimientos individuales y de hasta $250.000 para los que sean asociativos. ¿Quiénes pueden participar? Personas, grupos de personas u organizaciones que estén desarrollando o quieran generar un emprendimiento productivo o de servicios orientado a la generación de ingresos.
Para muchos, el Fondo Semilla se convirtió en una red para evitar la intemperie. Esta convocatoria tiene como objetivo el apoyo y fortalecimiento económico de emprendimientos productivos individuales y asociativos integrados por personas privadas de su libertad, liberados o liberadas. “El año pasado acompañamos 94 proyectos en todo el país, más del 80% de los que se presentaron, y a más de 300 personas liberadas en el desarrollo de sus emprendimientos productivos”, dice la Coordinadora de Potenciar, la plataforma de impacto colectivo que articula la Red.