Por Gabriel Túñez
Plantar una semilla que represente conciencia en el uso del dinero en el corazón de la economía, entendida como el mercado de capitales. Ese fue el objetivo que se planteó Belat, un grupo financiero comprometido desde 2016 con la promoción de un sistema económico más justo, sostenible, consciente y solidario.
En sus oficinas en Argentina, Chile, Brasil y Uruguay, Belat vincula a personas que invierten y están interesadas en promover un impacto en la sociedad por medio de empresas y organizaciones que generan un efecto social y ambiental positivo.
Lo hace sobre la base de tres pilares: criterios éticos de inversión, generando retornos que van más allá del beneficio financiero; financiando proyectos de empresas y organizaciones que aportan en los bienes y servicios del día a día en la economía real; y mostrando en forma transparente las inversiones en las áreas de educación y cultura, desarrollo social, ambiente y naturaleza.
La filial local
En septiembre último fue registrada en la Argentina la plataforma de inversión de impacto Belat Sau Fideicomiso Crowdlending para poner en marcha el financiamiento de los créditos de impacto y así facilitar la difusión y la operativa en el territorio nacional. Y el 9 de enero pasado, Belat lanzó en la Bolsa de Valores de Santiago de Chile la Primera Oferta Pública de Capital (IPO), a través del Fondo de Inversión Dinero y Conciencia.
Esta herramienta, administrada por Ameris AGF (Administradora General de Fondos), fue la escogida para capitalizar al grupo financiero y que los inversionistas obtengan la rentabilidad que se genere por el desarrollo del negocio consolidado de la red de oficinas en Latinoamérica.
Este mecanismo permite a Belat estructurar su modelo de gobernanza responsable, entregando los derechos económicos a los inversionistas, y resguardando el propósito profundo inspirador.
“Lo que hacemos es conectar inversionistas que quieren dedicar sus ahorros a generar una transformación en el mundo a través de proyectos que trabajan en áreas y sectores de la economía que queremos potenciar y que necesitan un financiamiento para capital de trabajo, infraestructura o una iniciativa específica. Nosotros evaluamos, estructuramos un crédito a la medida para esa organización e invitamos a nuestros inversionistas a participar de ese financiamiento”, explicó a Intersección desde Santiago de Chile Amaia Redondo, gerenta de Inversiones de Belat.
Por medio de distintos instrumentos financieros, que varían según el territorio y son acordes con las regulaciones locales, Belat se propone demostrar que se pueden promover finanzas de otra manera y que, a través del impacto, también es posible generar un modelo de negocio sustentable.
Patricia Gatti, directora y miembro del Comité Ejecutivo Región Río de la Plata de Belat, expresó a Intersección que en Argentina las empresas u organizaciones “que necesitan algún tipo de financiamiento para generar un impacto positivo son incluidas en una plataforma” dispuesta para que los inversores, “ingresen allí sólo clickeando. A partir de ahí, empieza un proceso para saber cuántos son los inversores que quieren adherirse a este fideicomiso, a través del cual pueden compartir su propósito y hacer que la inversión sea rentable sabiendo la trazabilidad, conociendo la empresa o el sector en la cual están invirtiendo”, señaló Gatti.
En Argentina y Uruguay, por ejemplo, las áreas de ganadería regenerativa, industrias creativas y energías renovables ofrecen, entre otras, buenas posibilidades de inversión, agregó.
Redondo, por su parte, aseguró que los inversores no necesitan ser convencidos en financiar tal o cual proyecto porque, sostuvo, “el propósito de la banca ética es generar conciencia en el uso del dinero. Eso no significa que tengamos criterios más blandos o flexibles; contamos con los mismos objetivos de cualquier organización. Es decir, no vamos a financiar a una empresa que no tenga posibilidades de devolver su crédito, pero sí utilizamos un criterio ético de inversión”, afirmó Redondo.
En ese sentido, la gerenta de Inversiones de Belat destacó que otro de los objetivos es “generar vínculos humanos entre empresas, organizaciones e inversionistas. Buscamos -agregó- ese encuentro y que un inversor vea cuál es la empresa que está financiando y entienda el impacto que genera porque así también puede tomar sus decisiones de consumo o elección de servicios en empresas que tienen criterios similares a los que ellos buscan y lo que quiere promover el mundo”.
Una mirada 360
Gatti resaltó que otra diferencia que existe entre los propósitos de Belat y los de una entidad bancaria tradicional se encuentra en que al momento de vincular una inversión con un proyecto se utiliza una “mirada 360 sobre la operación”.
Es, indicó, “una lógica totalmente distinta a un sistema convencional”. Inclusive, comentó Gatti, el concepto de banca ética también contempla la coyuntura económica y financiera de un país o región.
En el caso de Belat, un Comité de Crédito evalúa todas las operaciones de crédito con un “criterio absolutamente transversal”, pero también se pone en análisis si existe una herramienta de financiación que pueda ser beneficiosa ante situaciones imponderables como, en el caso de una inversión en ganadería, puede ser un extenso período de sequía o inundaciones.
El objetivo es “acompañar, de alguna manera, los sobresaltos”, resaltó, y sostuvo: “La realidad nos exige, quizá, repensar algunas de las propuestas o productos que teníamos para un sector. Eso tiene que ser dinámico. Contar con una capacidad de respuesta también tiene que ser una característica”.
Al respecto, Redondo insistió en que Belat “busca acompañar a una empresa u organización de una manera que permita exponerla, pero también que el inversionista destine su dinero de forma sensata”. Así, explicó, se busca “una justa retribución por el costo de oportunidad de sus recursos.
Esto es una inversión, no una donación. No es filantropía. Es importante empezar a juntar a estos dos mundos: que mi beneficio esté asociado al del otro porque somos interdependientes”, subrayó Redondo.
Los orígenes de un modelo más ético
En la década del 70, durante la guerra de Vietnam, surgieron en Europa las primeras entidades bancarias con el propósito de ofrecer servicios financieros basados en criterios éticos de inversión en economía real y con total transparencia.
Fueron impulsados por personas y organizaciones que se oponían al conflicto y se preguntaban qué hacían los bancos con su dinero; específicamente, si en forma indirecta estaban financiando con sus ahorros la compra de armas para sostener la guerra. Esa contradicción abrió la reflexión acerca del uso consciente del dinero.
En Latinoamérica, el concepto de banca ética comenzó en Chile hacia 2016 y desde ese momento se consolidó en Argentina, Brasil y Uruguay.
Las inversiones en estos cuatro países sudamericanos, sin embargo, pueden provenir de distintas partes del mundo, según comentó Redondo.
“Tenemos más de 500 inversionistas de 21 países. Muchos de ellos tienen alguna conexión con Latinoamérica. hay inversionistas argentinos radicados en Sudáfrica, pero lo cierto es que están repartidos por todo el mundo y los hay de diversas nacionalidades”, indicó.
Hasta la fecha, la iniciativa gestionó financiamiento por más de 100 millones de dólares a empresas y organizaciones, transformándose así en un referente de la inversión de impacto en Latinoamérica.